Para entender esta historia hay que retrotraerse en el tiempo a octubre de 2011. La noche del 23 del décimo mes del año el Levante de Juan Ignacio Martínez decidió ponerse la competición liguera por montera después de someter al Villarreal en el Estadio de El Madrigal (0-3). Fue quizás una de las noches más hermosas desde una perspectiva azulgrana. La escuadra azulgrana quedó ungida con la condición de líder de la Primera División. La hora de las brujas se acercaba peligrosamente y el Levante miraba al resto de los inquilinos de la máxima categoría desde una posición de preminencia tras instalarse en el ático de la clasificación.
Juanlu, en dos ocasiones, y Koné condensaron un triunfo repleto de mística. Aquel bloque de jugadores curtidos en mil y una batallas futbolísticas, que principalmente se desafiaban a sí mismos cada vez que saltaban al campo de juego, lograron lo que parecía una ilusión quimérica para la sociedad del barrio de Orriols. El blasón del Levante formaba parte del catálogo de instituciones que en alguna ocasión se habían lanzado al abordaje de la cima de la tabla en la principal división.
La pregunta parecía incuestionable. ¿Cuántos equipos habían ostentado el liderato en la elite del balompié español? Hasta ese instante de la cronología (recordamos que fijamos el calendario en octubre de 2011) veinticuatro entidades habían compartido semejante honor. Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid, Athletic Club, Valencia, Deportivo, Real Sociedad, Espanyol, Sevilla, Betis, Celta de Vigo, Sporting, Mallorca, Valladolid, Zaragoza, Oviedo, Las Palmas, Rayo Vallecano, Osasuna, Alavés, Getafe, Arenas de Getxo, Racing Club y Salamanca componían la nómina de equipos líderes desde el nacimiento del campeonato de la regularidad en la temporada 1928-1929.
El Levante era el vigesimoquinto club que aparecía en un listado en el que convivían las grandes representaciones del fútbol patrio. No era un asunto baladí. La página web laligaennumeros.es no tardó en propagar esta singularidad tras el pitido final del duelo disputado en tierras castellonenses. Lo cierto es que los hados parecían confabularse con la entidad levantinista. El Levante acostumbró a defender el coliderato de la tabla desde la victoria ante el Betis en tierras sevillanas (0-1 cuarto triunfo encadenado). Compartía cetro junto al Barça. En la jornada del sábado el Barcelona y el Sevilla se repartieron los puntos en el Nou Camp. Esa noche Messi se estrelló ante los guantes gigantescos de Javi Varas desde los once metros. El argentino erró una pena máxima en el último suspiro de la confrontación. El arquero andaluz se comportó como un coloso sustentando a un Sevilla especialmente aplicado en defensa.
El Levante tenía el camino hacia el liderato expedito. El Real Madrid, que había eclipsado al Málaga (0-4) también en partido de sábado, lideraba la clasificación con 19 puntos. La estela del Barcelona surgía en un peldaño inferior con 18 puntos. El pódium lo cerraba el Levante con 17 puntos a falta de completar la jornada octava. No obstante, para cumplimentar tamaño desafío el grupo de Juan Ignacio tenía que conjugar obligatoriamente con el triunfo en un escenario repleto de dificultades. No cabía otro resultado que no fuera converger con la victoria para acaudillar la tabla. Un Levante de fútbol vertiginoso se paseó por El Madrigal ante un Villarreal agotado.
Los mortíferos contragolpes granotas desnortaron al Submarino Amarillo. Fue una constante. Y una pesadilla durante los noventa minutos reglamentarios. El Levante tuvo magia y precisión en sus botas en una noche excelsa. Nano acarició el balón con suavidad desde la retaguardia para conectar en el medio del campo con Valdo. El autopase del internacional por Cabo Verde propició una contra veloz que empaló Juanlu surgiendo como embozado desde el costado izquierdo. Fue un gol de bandera. Apenas seis toques para cruzar la totalidad del verde y ajusticiar la meta de Diego López. Juanlu y Koné abrillantaron la victoria. El ardiente y cálido recibimiento del grupo a las puertas del Ciutat de Valencia pasada la medianoche del domingo ratificó el significado de aquel acontecimiento. El sol salía por Levante al mirar la tabla en la máxima categoría. Y el Levante se mantuvo en la cima una jornada después tras derribar a la Real Sociedad con un obús de Rubén Suárez en el descuento (3-2).