Once que presentó el Levante en el partido de ida de promoción de ascenso a Segunda B ante el Ensidesa en Avilés. Arriba; Martínez Puig, Cotino, Segura, Gimeno, José y Toni. Abajo; Victor, Latorre, Luis, Domingo y Claudio.
La imagen remonta a la primera mitad de los años ochenta. La acción se sitúa en tierras asturianas. El Estadio Muro de Zaro acoge al Levante. La escuadra azulgrana se ha cruzado en autobús la totalidad de la Península Ibérica para afrontar el arranque de las eliminatorias de ascenso a Segunda División B. El ejercicio 1982-1983 avanza hacia su desenlace. El Ensidesa desafía a las huestes que prepara Pepe Martínez en una eliminatoria a doble partido. Avilés marca la primera parada. El vencedor de este enfrentamiento dual no sentirá el pálpito embriagador que emana del ascenso. Regresar al ámbito de la categoría de Bronce implicaba la superación de un reto de envergadura en forma de dos eliminatorias encadenadas. Cuatro encuentros despiadados para retornar al umbral perdido.
Quizás cueste reconocer la silueta del Levante en un encuentro de signo dantesco. En este caso, la ausencia del habitual escudo se convierte en una dificultad añadida. El colectivo azulgrana saltó al coliseo avilesino de riguroso naranja. No es un color que vaya asociado al imaginario histórico azulgrana, pero en aquellos tiempos fue una tonalidad recurrente. En aquella alineación sobresale la presencia de Latorre. Es el segundo por la izquierda situado en la franja inferior. Aparece incluido entre Víctor Santamaría y Luis. La imagen forma parte de sus recuerdos y pertenencias más íntimas. La fotografía rememora un partido histórico y descansa en uno de sus álbumes personales que recogen su prolongada estancia en la entidad del barrio de Orriols.
Aquel choque concluyó con victoria local (2-0). El duelo viajó hasta el hoy Ciutat de València. Latorre anotó la diana local, pero el triunfo fue insuficiente para voltear definitivamente la eliminatoria. Son jornadas tenebrosas. Aquel Levante deambulaba por el Grupo VI de la Tercera División tras sentir en sus carnes la punzada de dos descensos enlazados a la conclusión de curso 1981-1982. De las estructuras del balompié profesional hacia el infierno de un fútbol de raíz más amateur. De Segunda A hacia Segunda B por deméritos deportivos y de la categoría de Bronce a Tercera por impagos en un verano desolador marcado por el Mundial 82 disputado en España. El destino parecía aterrador y el horizonte amenazaba con engullir a un Levante que trataba de buscar soluciones para huir de la ruina económica, deportiva y también social.
Acta del partido que enfrentó al Levante y al Ensidesa en tierras asturianas a finales de mayo de 1983.
En ese contexto hay que incluir la propuesta presentada por Antonio Aragonés en mayo de 1982 en la Asamblea General. El mandatario proponía la gestación de un club de nuevo cuño denominado Naranja CF. El jerarca pretendía involucrar al sector naranjero en la compra de participaciones por un valor de cien mil pesetas cada una de ellas. Los socios fundadores tendrían libre acceso durante un periodo de diez años a todos los partidos del Naranja. La entidad naciente luciría como estandarte identificativo un escudo formado por una naranja abrazada por un Lo Rat Penat y en la equipación escogida, por cuestiones obvias, destacaría el color naranja.
Respecto al Levante su idea de regeneración incluía orillarlo a la Tercera División. El Levante afrontaría sus compromisos oficiales en el Nou Estadi, si bien el propósito pasaba por construir otra instalación con capacidad para entre cinco y ocho mil espectadores en una zona dentro del marítimo. La directiva del Levante sería independiente del Naranja, aunque habría una entente cordiale con convenios de colaboración permanentes y con la ayuda total del Naranja desde un prisma económico, técnico y de campo. Huelga significar que este proyecto no prosperó. La oposición de los socios granotas fue tan unánime como generalizada.
Hubo tensión y hostilidad ante el programa expuesto por Antonio Aragonés, pero quizás en esa proyección haya que enmarcar la elección del color naranja como equipación alternativa a los tradicionales colores. En un principio seguiría disputando sus partidos en el Nou Estadi, aunque la intención pasaba por alzar otra instalación con capacidad para cinco y ocho mil espectadores en una zona dentro del marítimo. La directiva del Levante sería independiente del Naranja aunque habría una entente cordial con convenios de colaboración permanentes y con la ayuda total del Naranja desde un prisma económico, técnico y de campo azulgranas en las temporadas 1982-1983 y 1983-1984.