“En contra de lo esperado por los bastantes miles de aficionados que han acudido esta noche a Chamartín, el Levante ha ganado al Coruña, a un Coruña que llamó a sus titulares ausentes, primero en Riazor, y, de Vallejo siete días más tarde. Sin duda, el resultado del sorteo para los octavos de final con el premio de una visita del Madrid en el encuentro de ida hizo que se registrara de pronto un gran interés por la Copa cuando todo parecía que se reservaban ambos clubs para la promoción. Ha vencido el Levante, pero ha sido la suya una victoria merecidísima que ha quedado bastante corta con ese 3-1 ya de por sí significativo”. El arranque de la crónica de El Mundo Deportivo del miércoles 8 de mayo de 1963 refleja la claridad y singularidad de la victoria conquistada por las huestes azulgranas ante el Deportivo de La Coruña sobre el césped inmaculado del Estadio Santiago Bernabéu.
Aquel partido remonta el tiempo a un período trascendente en la historia centenaria del Levante. La primavera de 1963 está repleta de jornadas con un barniz sublime. Los imaginarios del Levante y del Deportivo de La Coruña estaban estrechamente relacionados en ese punto de la cronología. Los dos adversarios estaban condenados a disputar una terrible promoción de ascenso-descenso, pero quisieron los presagios que quedaran emparejados con anterioridad en la competición copera. El destino, cruel en algunas de ocasiones, volvía a unificar sus caminos. Daba la sensación de que la providencia quería constatar el estado de sus sistemas nerviosos e inmunológicos con una reedición de los duelos entre estos protagonistas. Aquella primavera estuvo trufada de partidos entre la representación azulgrana y el colectivo gallego.
El serial de la confrontación en copa se inició en el feudo de Riazor, siguiendo escrupulosamente el orden que depararía la llegada a la Primera División, y debía resolverse sobre el verde de Vallejo. Sin embargo, el factor campo no fue determinante en la resolución definitiva. Así que había que dirimir la eliminatoria con una tercera confrontación en un terreno de juego neutral. Chamartín fue el escenario escogido. “El equipo valenciano se ha mostrado completamente más fuerte que su rival lo mismo como conjunto que por sus individualidades y línea por línea y ala por ala”, advertía El Mundo Deportivo el día siguiente a la victoria granota.
La victoria era irrebatible. Los cerca de veinte mil espectadores que se citaron en el coliseo blanco se rindieron a la exquisita técnica de Vall. “Si lo que ha hecho Vall en Chamartín no ha sido fruto de la casualidad, puede convertirse, en un plazo breve, en una de las más destacadas figuras de nuestro fútbol”, lanzaba el periódico catalán, pero fue Torrents el protagonista cardinal de la cita tras estrenar el marcador.
Domínguez evidenció su ingenio asociado al balón y su caudalosa condición rasgando con sabiduría la iguala que evidenciaba el marcador en el minuto treinta y dos del envite. Vall aumentó las diferencias en el marcador. El triunfo frente al Coruña generó un cruce de ensueño entre Levante y el Real Madrid en los octavos de final de la Copa del Generalísimo. Pero el choque copero sirvió de ensayo general para el futuro. Al fuego incandescente de aquella victoria se proyectaron pronósticos y predicciones. “No dudamos, si se repitiera la actuación de los valencianos en los encuentros promocionistas, en adelantar al Levante como futuro Primera División para la próxima temporada”. La predicción fue verdadera y tan certera como afirmar que el Levante conoce lo que es ganar en el Santiago Bernabéu en el formato copero, aunque enfrente no estuviera el Real Madrid.