Los protagonistas en las horas previas a la cita ante Rubin Kazán acudieron a la hipérbole para etiquetar y dotar de sentido a la confrontación que inauguraba la ronda de los octavos de final de la Liga Europea. El Levante alcanzaba una dimensión inimaginable en su recorrido por la vieja Europa. Los duelos se agolpaban y el sol no se ponía. “Es quizás el partido más importante de la historia del Levante”, resumían al unísono Barkero y Juan Ignacio Martínez en la sala de prensa del Ciutat en el prólogo de una cita que concitó atención e ilusión entre los estamentos afines al levantinismo.
Aquel jueves 7 de marzo cuando la batalla ya había concluido la grada del Ciudat de València se alzó en pie para despedir a su tropa con una sonara ovación. El gesto unánime y los gritos de ánimo evidenciaban el mensaje lanzado por la masa social hacia sus jugadores. Fue como una expresión colectiva y atronadora por el elevado voltaje. Los futbolistas granotas durante los noventa minutos habían transmitido sobre el césped todo aquello que los seguidores podían esperar de ellos. En ese sentido, hubo una sensación de paz espiritual una vez acabada la confrontación, pese el empate sin goles. Moscú dictaría sentencia una semana más tarde.
Nadie podía reprochar a los jugadores azulgranas su actitud y su notable compromiso. El Levante se exhibió sobre el césped con orgullo y con pasión. Y con identidad. Su conducta y derroche se correspondió con el nivel de un enfrentamiento capital. Ni su condición de neófito, ni la inexperiencia en este universo tan selecto, por su condición de debutante, le situó en un escalón de inferioridad con respecto a un adversario muy alejado desde una perspectiva económica. Al Levante quizás le faltó un punto de buenaventura en un cabezazo de Ballesteros que se estrelló en el larguero y algo de contundencia y pimienta en dos acciones comandadas por Michel y Martins, aunque sufrió en los minutos finales los embates de los rusos materializados en un testarazo de Rondón que hizo temblar la escuadra de Keylor Navas.
La alineación de la escuadra azulgrana fue sintomática de las intenciones de Juan Ignacio. Desde ese prisma, los once dispuestos, a veces, ofrecen mensajes que tratan de propagar y proyectar las intenciones. El preparador construyó una línea de mediapuntas integrada por Barkero, Rubén y Michel con Martins en el eje del ataque. Dinamita y creatividad para medirse a un rival que se caracterizaba por su estajanovista orden y por un rigor metódico. Quizás con el duelo ante Olympiacos todavía muy fresco en la memoria, la salida local resultó fulgurante. El primer saque de esquina que cayó del bando blaugrana acabó con un espectacular remate de Ballesteros que escupió el larguero de la meta de Ryzhikov. El Levante eligió el primer tramo de la confrontación para recluir a Rubin en sus dominios y tratar de esculpir la victoria. En ese espacio del partido la escuadra tártara no encontró espacios para proyectarse hacia la portería de Keylor. Rondón quedó totalmente desactivado. En cualquier caso, el encuentro estaba señalado, pese a ese arranque.
El Levante se enfrentó a su propio reflejo. Lo había advertido Juan Ignacio ante los medios. Era como si el Levante se mirase a un espejo y visionara su propia imagen. Los dos equipos partían de presupuestos muy parejos para justificar el fin de la victoria. Esa filosofía prima la consistencia y la seguridad en defensa. Es el primer mandamiento por cumplir. Una especia de dogma de fe que parece inquebrantable. Después aparecen otros valores como la paciencia o la posibilidad de provocar que su oponente caiga preso de la monotonía y el tedio para tratar de confundirle con la finalidad de asestarle una herida mortal en cuanto flaquea. No es fácil afrontar este tipo de partidos. Rubin Kazan, por su manera de entender el fútbol, exigía una concentración supina y un equilibrio extraordinario de fuerzas entre las líneas porque sabía manejar los tempos y los códigos y porque tenía en nómina jugadores que desequilibran en los metros finales.
En cierto modo, las dos escuadras tuvieron su momento a lo largo de la confrontación. La puesta en escena voraz del Levante del nacimiento de la cita se correspondió con el planteamiento esgrimido en los minutos finales del acto inicial. Michel tropezó con las manos de hierro del arquero foráneo. La acción nació de una colada de Pedro López por la banda derecha. Barkero filtró un balón que tocó con suavidad el lateral. Michel cabeceó picado respondiendo Ryzhikov con reflejos. En la reanudación, y con diez jugadores tras las expulsiones de Ansaldi y Michel, Barkero fue el encargado de presagiar un gol que nunca se materializó trazando infinidad de pases matemáticos que rasgaron el entramado defensivo de Rubin. Martins chocó ante Ryzhikov en varias ocasiones. No obstante, los minutos finales fueron para Rubin y Rondón y Natxo chocaron con los palos de Keylor. Llegados a ese punto del duelo y con el cansancio pasando factura, el Levante tuvo la virtud de la resistencia sabedor que en la Vieja Europa no encajar goles en contra como local puede ser determinante.
Es evidente que el choque desde un prisma granota estuvo marcado por la expulsión de Michel. Con las fuerzas equilibradas el Levante se mostró como un equipo aguerrido y punzante. La marcha de Ansaldi propiciaba un escenario diferente con un Levante en superioridad numérica. El futbolista mostró su pesar ante esta circunstancia. Las horas posteriores al enfrentamiento fueron apesadumbradas. “Apenas he dormido. Es la primera vez que me pasa una acción así. Fue una jugada muy desafortunada”. El centrocampista rememoró los hechos ocurridos. “Voy conduciendo y se me va larga. Intento coger el balón, pero me resbalo y se me va el pie hacia adelante. Quito el pie en cuanto puedo porque le hubiera podido hacer mucho daño. No hay mala intención. Mala suerte”.
La noche fue interminable para Michel. Y su gesto serio y circunspecto era un fiel reflejo. Como si formara parte de un bucle, la acción que significó la expulsión se iba repitiendo en su cabeza en infinidad de ocasiones. “Me da rabia porque estábamos con uno más. El partido estaba controlado. Podíamos hacer daño y encarrilar la eliminatoria. Y al minuto de la expulsión del jugador de Rubin pasa eso. Me fastidia por la afición y por el equipo porque era un partido importante. Pido disculpas a los compañeros, al Levante y a la afición”, manifestó el centrocampista. No obstante, había licencia para soñar. La eliminatoria está abierta. Haciendo un gol allí podemos hacer mucho daño”. Michel augura “un partido complicado”, pero no destierra la ilusión. “Vamos a Rusia a ganar o empatar”.
Sergio Ballesteros conjugó con este planteamiento. A su juicio el Levante no había extraviado la eliminatoria. “Nosotros respetamos mucho a Rubin Kazan, es un equipo que ha eliminado al Atlético de Madrid, que está marcando goles fuera de casa en todas las visitas que ha hecho, o sea que es un equipo que se cierra bien, que trabaja bien, que es muy solidario, que tiene un buen contragolpe y jugadores de calidad, por eso hay que saber que mantener hoy la portería a cero ha sido un éxito”. Un gol azulgrana en la noche de Moscú puede ser determinante. Y así lo manifestó. “Es un equipo veterano, que sabe manejar muy bien los partidos, así que en este sentido nos esperamos un rival muy complicado como el que hemos visto hoy. Tenemos que jugar con mucha cabeza y conseguir marcar”.
Era una máxima compartida por Juan Ignacio Martínez al valorar el partido de vuelta y las opciones granotas de superar la frontera de los octavos de Final. “Sabíamos que es un equipo con un repliegue intensivo, un equipo muy fuerte, solidario y ofensivo. Quizás haya estado más cerca la victoria del Levante. Yo creo que será un partido muy táctico. Como locales tendrán que arriesgar. Jugamos en césped artificial y eso es una novedad. Es verdad que el tema afición no va a ser tan fuerte allí, pero vamos a tener nuestras opciones. Sabemos que deberemos ser consistentes en el aspecto defensivo”.