La imagen condensa los instantes previos al partido de vuelta de la eliminatoria de los cuartos de final de la Copa de España que cruzó al Levante F.C. y al F.C. Barcelona en el feudo del Campo de La Cruz.
La instantánea permite congelar el tiempo para fijar la acción en los prolegómenos de la cita copera. El duelo se disputó el domingo 9 de junio de 1935. Balaguer, como colegiado de la contienda, Ramón de Zábalo, capitán de la escuadra catalana, y Juan Puig, su semejante como representante de la plantilla levantina acaparan la atención. Zábalo obsequia a Puig con un banderín. El capitán del Levante F.C. responde al homenaje con un ramo de flores.
En el preámbulo de la batalla por las semifinales se cuela una figura que parece ajena a la confrontación. Es un deportista reconocido. Baltasar Belenguer, Sangchili, valenciano de Torrent, acaparó protagonismo y un unánime reconocimiento del coliseo del Campo del Camino Hondo del Grao por parte de las dos aficiones. Los periódicos locales estiman que había 3.000 seguidores barcelonista.
Todo está justificado. El reciente campeón mundial del peso gallo realizó el saque de honor. El pertinente sorteo favoreció al F.C. Barcelona. La entidad culé eligió campo prefiriendo jugar en contra del viento en el primer acto. El duelo compendió todo lo acontecido durante un ejercicio, 1934-1935, de ardiente memoria para los estamentos afines al Levante.
La escuadra marina se alzó con el Campeonato Súper-regional en los días finales de noviembre de 1934. Ese reinado le proyectó hacia la Copa de España, previo paso por la Segunda División del balompié. No apareció hasta la ronda de octavos de Final. Fue un duelo superlativo ante el Valencia. El derbi del Turia lustró la imagen de un Levante que salió reforzado en el verde. En la ronda de cuartos midió sus fuerzas a las del Barcelona en otro enfrentamiento desigual ante un Primera División.
La eliminatoria se dilató en el tiempo para trasladarse hasta el Estadio de Torrero en Zaragoza. La superioridad del Levante en el duelo de desempate fue manifiesta (3-0). Los partidos en Les Corts (2-2) y en el Campo de La Cruz (1-1) estuvieron caracterizados por la paridad. El Levante se licenció ante el Barcelona en una tarde memorable. Aparicio, en dos ocasiones, y Artigas reivindicaron un triunfo sobresaliente.
El regreso de Zaragoza hasta Valencia estuvo mediatizado por el enorme significado que tuvo la eliminación del Barcelona. El viaje de retorno dio un vuelco espectacular cuando la expedición pisó el territorio valenciano. En Torres-Torres la banda de música les recibió con música y vivas ante el calado de la hazaña.
En Gilet se unió al grupo una caravana de 150 coches, según atestiguó la prensa local. Las muestras de gratitud se sucedieron en Sagunto, Massamagrell o Foyos, tal y como relatan las distintas crónicas contemporáneas. Los héroes visitaron el Ayuntamiento de Valencia. Fueron homenajeados por el consistorio en un acto sin parangón. El alcalde, Sr Gisbert, así como la mayoría de los concejales reconocieron la proeza. Las distinciones siguieron en Los Poblados Marítimos. Las manifestaciones tuvieron como núcleo central la sede social.
Era la tarde-noche del jueves y el domingo el Sabadell requería la atención sobre el pasto en las semifinales. En un Torneo del que habían quedado descabalgados los grandes, había licencia para soñar, pero los sueños se quebraron. El Sabadell disuadió al Levante de su aventura copera. No obstante, aquel equipo cautivó a los aficionados para perdurar.
El Levante había resucitado en la segunda mitad de los años treinta después de unos años alejado de los focos. Era un bloque reconocible trufado de jugadores con experiencia en el balompié nacional. La prensa alimentó el mito de la bicefalia; es decir de contar con dos representaciones en el marco de la Primera División.
Aquel Levante fue capaz de pelear por la supremacía contra un Valencia que se había presentado en la Final de la Copa de España de 1934. Los trofeos disputados durante la Guerra Civil corroboran esta idea. El conflicto fustigó las aspiraciones y la progresión de un grupo que desafiaba sus límites.