Manuel Grau Torralba debió ser un hombre de acción. El mandatario azulgrana trató de buscar soluciones para mediar en el conflicto establecido entre URSS y Chile.
En el origen de la discordancia surge un partido de clasificación para el Mundial de Alemania de 1974.

De fondo subyace un choque de pareceres de orden político y sendas concepciones antagónicas del cosmos. Hay que regresar en el tiempo para fijar la atención en septiembre de 1973.La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Chile debían dirimir una eliminatoria fundamental para garantizar su presencia en el Campeonato Mundial. El partido de ida tenía como sede el Estadio Lenin en el corazón de Moscú.

El encuentro estaba programado para el día 26 de septiembre. Por esas fechas Pinochet había arrasado el Palacio de La Moneda y había acabado con el gobierno y la vida de Salvador Allende. Chile se sumergía en una dictadura de funestas consecuencias.El duelo en Moscú quedó entre signos de interrogación, aunque finalmente se disputó, pese a que muchos jugadores chilenos no querían alejarse de sus familias ante las temidas purgas. Tras superar infinidad de trabas administrativas, la expedición chilena aterrizó en Moscú y extrajo una meritoria igualada (0-0).

Restaba el enfrentamiento de vuelta, que Caszely bautizó como “el partido fantasma”, con sede en el Estadio Nacional de Santiago convertido en emblema de la tortura. Carlos Caszely acababa de estampar su firma con el Levante. Era jugador granota cuando acontecieron esos hechos. De ahí la mediación de Manuel Grau Torralba.

El partido estaba pautado para noviembre de 1973. La tensión entre los dos países había aumentado de potencia. Las relaciones diplomáticas quedaron rasgadas. Moscú reclamó un cambio de sede que finalmente FIFA, en connivencia con Chile, no autorizó. Manuel Grau Torralba llegó a ofrecer el entonces NouEstadi para acoger el partido.

Este documento así lo explica.