No había tregua para sus rivales cuando entraba en contacto con el balón. Era un atacante dotado de una fuerza extraordinaria y de una zancada descomunal. Pasional sobre el campo, se consolidó en el Levante de Pachín del curso 1979-1980 tras proyectarse desde el filial. Fue traspasado al Sporting de Gijón en el verano de 1981.