La exposición fue brillante y estuvo notablemente fundamentada. La negativa de la Federación Española de Fútbol de autorizar la contratación de Wilkes por el Levante propició que Antonio Román asumiera galones, como presidente, en aras a mutar una decisión que entumeció el corazón de los fieles seguidores granotas.
El mandatario fue claro en su exposición. Antonio Román evocó la legendaria figura del futbolista holandés en virtud de su pasado más cercano como jugador vinculado al Valencia.
Su llama se mantenía viva en el ámbito del balompié internacional, pese a su regreso a la competición de su país de origen. En ese sentido, el jerarca granota recordaba el poso de su actuación con la elástica de Holanda en un choque ante Bélgica. Fue el principal agitador de aquella contienda. Wilkes se ciñó la camiseta del Valencia en un duelo disputado el 19 de marzo de 1958. Su influjo no había menguado.
Había savia y esencia en sus botas, pese a que ya se adentraba en la treintena. Su edad era un aspecto capital en la decisión negativa adoptada por la Federación Española. Era el principal impedimento. Román luchó contra este obstáculo.
“Los 35 años de Wilkes no atemorizan al Levante”, manifestó el mandatario principalmente por sus particularidades como jugador.
No era un obrero del fútbol. Era un orfebre con capacidad para incrementar el prestigio de la Segunda División española.
“La compañía de tal jugador de fama mundial había de ser un acicate”, lanzó en su medido discurso.
Los condicionantes económicos se solapan. El esfuerzo del Levante era heróico ante el impacto económico que generó su contratación.
No obstante, la respuesta de la afición levantinista fue masiva. Su aterrizaje propició que el Levante rasgara fronteras ara acaparar portadas en el ámbito de los medios de comunicación locales y nacionales.
Antonio Román apeló al estado de un club en crecimiento que olvidaba los efectos de la ríada de octubre de 1957.
La imagen desolada de Vallejo permanecía en la retina del balompié. Los argumentos eran diáfanos. Había un deseo de reconducir el criterio mostrado por la Federación Española.
El escrito estaba firmado el día 12 de septiembre de 1958. La suerte no tardaría en sonreírle.