Hubo un tiempo en el que el Levante fue Invencible y el fútbol, en sus categorías inferiores, estuvo dominado en Valencia por un grupo de jóvenes de pensamiento irreverente captados y adoptados, para la causa de la institución marina, por el talento y la intuición de Juan Catalán.
La leyenda de los Invencibles comenzó a gestarse con celeridad. No hubo dudas. Los futbolistas se ceñían la elástica del Levante F.C. para detentar la metáfora del triunfo.
Las victorias, notables y encadenadas, extendieron su fama para absorber a la ciudad y propagarse allende sus muros.
Aconteció durante el transcurso de las temporadas 1923-1924 y 1924-1925. En esos cursos cautivaron a la disciplina del balompié desde el Campo de La Cruz. Propagaron su leyenda con la fuerza de una onda expansiva para proyectarse hacia el exterior y retar las fuerzas de equipos con mayor pedigrí. Los desafíos adquirían mayor complejidad.
Las secciones inferiores del Europa o Real Madrid pasaron por el Campo del Camino Hondo del Grao.
“El orgullo de la casa” lanzaba el diario El Pueblo al loar sus conquistas. Los Invencibles dominaron el Campeonato Infantil del ejercicio 1923-1924 y conquistaron la competición de terceras categorías en la temporada 1924-1925. Fue parte del legado de un equipo que derribó las murallas que le distanciaban del primer equipo. La mayoría de sus jugadores defendieron el escudo levantino en los años siguientes coadyuvando al notable crecimiento experimentado por el once de los Poblados Marinos.