La camiseta azulgrana con el dorsal 20, que atestigua la estancia de Rigano en la sociedad del barrio de Orriols, condensa la narración del primer hat-trick de la historia granota en el marco de la selecta Primera División. Los hechos remontan a la temporada 2007-2008. No fue una campaña de fácil digestión para los estamentos que conforman el levantinismo. Los frentes se agolpaban hasta multiplicarse para aniquilar la conciencia de los seguidores afines al club del Ciutat de València. Todo ocurrió con celeridad como suele acontecer en situaciones tan fortuitas como inesperadas. Sin previo aviso, y cuando menos podía presagiarse, se manifestó la furia anotadora de Rigano.

Fue en un choque de la competición liguera en la elite ante el Almería en los márgenes del coliseo valenciano en un partido adscrito a la jornada undécima. En apenas treinta minutos el duelo parecía clausurado. En ese espacio de tiempo Rigano fustigó las redes contrarias. Lo hizo con profusión adquiriendo en propiedad la condición de primer futbolista alineado en el bando granota capaz de anotar tres dianas en el marco de la máxima división. El ariete italiano pareció juguetear con los números tras golear en los minutos uno, quince y treinta y cuatro. Fue una goleada en progresión aritmética. Su repertorio fue poliédrico. La pierna derecha ejerció de nexo de unión. Aquel cuerpo de forma trapezoidal permitió descubrir una faceta distinta y poco exhibida del punta.

En un ejercicio áspero y alambicado, el atacante italiano ratificó los lazos con el triunfo en el feudo del Ciutat. Fue la primera victoria blaugrana del curso como casero con la Liga avanzando. Noviembre despertaba. Era el sexto encuentro como local. De Biasi había relevado de sus funciones a Abel Resino como conductor del bloque levantinista. La aventura del técnico italiano al frente de la escuadra azulgrana concluiría antes de la finalización de la temporada. Rigano no volvió a degustar el gol como jugador del Levante. Su expediente quedó varado en cuatro goles. En ese instante de la cronología su trayecto en Orriols cercaba su ocaso, pese a que restaban infinidad de meses para el cierre del campeonato. Aquellas navidades fueron devastadoras.

El atacante emprendió el camino de regreso al país transalpino previo compromiso con el Siena. No fue la única huida con el ejercicio en plena ruta. Parte del resto de la legión italiana, integrada por Storari y Cirillo, siguió el mismo camino para converger en el Calcio como futbolistas de la Reggiana y Cagliari. Únicamente Tommassi permaneció en un raro absoluto de fidelidad. La camiseta con las barras azules y granas no se perdió en el limbo del olvido. Al término de la confrontación cayó en las manos de Moisés. Y desde esa fecha el actual utillero del primer equipo ejerce de custodio de una prenda que esconde una pequeña historia.