El domingo 30 de marzo de 1952 el Levante marchó hasta Alberique para afrontar un duelo ante La Peña Soriano (2-3). No era una confrontación adscrita al calendario oficial. Era un partido amistoso que la escuadra azulgrana aprovechó para preparar la confrontación ante el Melilla del fin de semana siguiente. Era un envite fundamental en la lucha por la permanencia en la categoría de Plata. No había futbol en el marco de la Segunda División en aquel último domingo de marzo. El banderín escenifica aquel enfrentamiento de nuevo cuño entre dos escuadras sin muescas en sus respectivos expedientes deportivos. Se trata de una donación efectuada por Vicente Grima. La Peña Soriano, fundada en la segunda mitad de los años cuarenta, competía en Tercera División.

No obstante, el partido adquiere una nueva tonalidad si se enmarca aquel presente que devuelve la acción a la franja central del siglo XX. Había actividad en torno al Levante, principalmente por lo que hacía referencia al estado de la cúpula rectora de la entidad. Durante aquella semana que caducó con el ensayo en Alberique, Antonio Román capitalizó la atención de los medios de comunicación locales. Román asumió la presidencia del Levante en un contexto dramático. Los problemas económicos y deportivos, concatenados, propiciaban un clima de incertidumbre. Antonio Román no estaba solo en esta aventura. Melchor Gallart, presidente, Vicente Guillem, tesorero, Luis Foix, contador, José Pérez Soriano, secretario, y Ramón Martí Botella, como vicesecretario, componían la Junta Directiva, tal y como recogía el Diario Jornada en la edición del jueves 27 de marzo de 1952.

Aquel duelo en Alberique fue una de las primeras manifestaciones públicas de Antonio Román envestido con la condición de mandatario del Levante. “Vengo a trabajar con entusiasmo y a levantar el club. Todos estamos dispuestos a conseguirlo a cambio de lo que sea. Esto es sacrificio, entusiasmo y trabajo”, resaltó en el Diario vespertino de Valencia. El jerarca conformaría la práctica totalidad del relato que comprendió la década de los años cincuenta. Fue un momento crucial en la historia del Levante con la asunción de la compra del Estadio de Vallejo. En la segunda mitad de los sesenta regresó a la presidencia para acometer la obra del actual Ciutat de Valéncia.

El Levante venció a su oponente merced a los goles conquistados por Escrivá, Corberán y Pauet en la reanudación. Granell y Agramunt fueron los anotadores del colectivo local. El Levante alineó, a modo de prueba, a distintos jugadores que procedían de las filas del Ducal, filial del club de Vallejo. Aquel choque giraba alrededor del duelo que la semana siguiente cruzaría al equipo azulgrana y al Melilla. Era un partido con sabor a final en la batalla por sobrevivir en el universo de la categoría de Plata. El Levante no alcanzó la permanencia a la conclusión del ejercicio 1951-1952. La reducción de la Segunda División motivó que dieciséis de los treinta y dos equipos participantes se vieran abocados a competir en Tercera División.