Si a cualquier aficionado del club de Orriols (que vio al equipo las primeras temporadas del siglo XXI) alguien le pregunta qué recuerdos tiene de Francisco Javier García Ruiz probablemente responda que hay un error en la información, que ese futbolista nunca formó parte de ese Levante. Pero si a ese mismo simpatizante granota se le pregunta lo mismo por Paco Salillas su sonrisa se dibujará de oreja a oreja, sus ojos se iluminarán de la emoción y seguro que tendrá mil historias maravillosas que contar. Porque resulta que Salillas no es el apellido de Paco, como mucha gente cree. Él es originario del pueblo zaragozano de Alagón, aunque sus abuelos nacieron en la población de Salillas de Jalón, también ubicada en la misma provincia aragonesa. Y por las cosas de los motes tan frecuentes en los pueblos a Paco comenzaron a llamarle el de Salillas, después el apodo derivó en Salillas a secas y así se quedó, con el nombre artístico de Paco Salillas.

Su andadura como futbolista profesional comenzó en 1986 (con apenas veinte años) en el Teruel. Sus maneras le hicieron destacar con rapidez y fue captado por la cantera del Zaragoza, pasando a formar parte del filial del equipo, el Deportivo Aragón. En su primer curso en Segunda B lograría 10 tantos y al poco de comenzar el siguiente dio el salto al primer equipo maño. Su gran valedor fue el técnico blanquiazul, el serbio Radomir Antic, que le haría jugar con asiduidad en Primera División durante dos campañas, hasta que al final de la segunda el Real Madrid se hizo con los servicios del entrenador balcánico. La suerte cambió para Salillas que, tras pasar a la suplencia durante su tercera temporada, decidió fichar por el Celta de Vigo.

En el equipo gallego viviría el primero de sus dos ascensos a la Primera División. En su campaña inicial (la 1991/92) marcó 8 goles que fueron decisivos para el retorno a la elite del cuadro celtiña. En las dos siguientes temporadas su protagonismo fue disminuyendo paulatinamente y de nuevo decidió cambiar de aires. Esta vez probó suerte con el Lleida en Segunda División y a punto estuvo también, a las primeras de cambio, de lograr el ascenso. De hecho en su primera campaña estableció su segunda mejor marca goleadora de su carrera (con 18 dianas) y, aunque acabó tercero, el club catalán perdió la promoción de ascenso a Primera contra el Sporting de Gijón.

Al acabar su segunda temporada decidió fichar por el Villarreal, otro equipo puntero de la división de plata que trataba de subir a la elite del fútbol español. En su primer curso en el submarino amarillo el equipo acabó en la décima posición final, justo por detrás del Levante U.D. Y sería en la siguiente, en la 1997/98, cuando el conjunto castellonense conseguiría el primer ascenso de su historia a Primera División. Y el zaragozano fue decisivo en aquella gesta, al convertirse con 17 tantos en el pichichi del Villarreal esa temporada. Aunque tras subir se reforzó con delanteros del nivel de Moisés o del rumano Craioveanu que relegaron a Salillas a un rol mucho más secundario. Y entonces, en el mercado de invierno de la 1998/99, el aragonés decidió dar un cambio sorprendente a su carrera: Dejó la Primera División y pasó a jugar en Segunda B con un Levante que, precisamente, había descendido a la categoría de bronce la temporada anterior. También es verdad que recibió una oferta económica muy interesante: 90 millones de pesetas por tres temporadas y 200.000 pesetas también por cada gol anotado. Al llegar, además, coincidió con el técnico Pep Balaguer, con quien enseguida conectó por un objetivo común: El retorno inmediato a la Segunda División.

Antes de fichar por el Levante U.D. en noviembre de 1998 Salillas ya tenía una larga experiencia en la Primera División. Había jugado 100 partidos y marcado 9 goles en la elite del fútbol español. De izquierda a derecha en el Zaragoza, en el Celta (disputándole un balón al mismísimo Diego Armando Maradona) y en el Villarreal

Tras obtener su carta de libertad del Villarreal en noviembre de 1998 Salillas fichó por el Levante U.D.

En el club de Orriols recuperó al instante el protagonismo futbolístico y se metió enseguida a la afición granota en el bolsillo. En poco más de media temporada se convirtió en el pichichi del equipo con 10 goles. Junto a jugadores del nivel de Ettien, Fernando Sales, Jesús o Vicentín logró que el Levante quedara campeón del Grupo III de la Segunda División B, por delante del Cartagonova, Elche y Murcia. Aunque el mejor levantinista de aquel campeonato fue el portero luso Veiga que, con 22 goles encajados y un promedio de 0,58 tantos en contra fue, con diferencia, el mejor guardameta del torneo. Pero aún quedaba rematar la faena en la promoción de ascenso, porque de nada servía lo hecho hasta entonces si no se acababa también el primero en aquel grupo final de cuatro equipos. Y el Levante iba a disputar aquella liguilla decisiva junto al Bermeo, el Polideportivo Almería y el Real Madrid B. Afortunadamente todo salió a pedir de boca y en la cuarta jornada, con la goleada en el Ciutat de València por 4 a 0 frente al Bermeo (con dos goles de Salillas), se consiguió una clasificación virtual que ya se hizo matemática la siguiente en la Ciudad Deportiva del Real Madrid tras vencer al filial por 0 a 2. A falta de un partido por jugar el Levante ya era de Segunda.

Salillas en el bus de la celebración granota por el ascenso a Segunda División. Momento de la llegada a la Fuente de las Cuatro Estaciones del Paseo de la Alameda de Valencia

Pero lo mejor estaba por llegar. En su primera temporada completa de azulgrana (la 1999/00 con la que arrancó el nuevo milenio) logró su mayor éxito granota: Conquistó el trofeo pichichi como máximo goleador de la Segunda División. La marca la dejó en 20 tantos. Además quedó a cierta distancia de sus dos principales seguidores, el delantero brasileño Barata del Tenerife y el atacante Moisés del Villarreal. Ambos se quedaron con 17, a tres del zaragozano. Y Salillas pudo disfrutar de un cierto ajuste de cuentas con el equipo castellonense, pues fue Moisés quien le llevó a la suplencia en su última temporada en el equipo amarillo. Encima aquel curso el Villarreal fue un recién descendido de la Primera División y el Levante un ascendido de la Segunda B que coincidieron en la misma categoría. Y aún queda un último dato que refuerza todavía más ese registro de Salillas: No pudo jugar los cuatro últimos partidos del torneo pero la renta alcanzada hasta entonces le bastó para conseguir aquel trofeo pichichi como mejor goleador de la Segunda División.

Salillas en la temporada 1999/00, su mejor campaña como granota. En ella fue el pichichi de la Segunda División con 20 goles

El arranque de Paco aquella inolvidable campaña fue espectacular. Consiguió sendos dobletes en las dos primeras jornadas del torneo. El inicial sirvió para empatar a tres contra el Logroñés en tierras riojanas. Y el segundo fue para golear al Lleida 3 a 0 en el debut ese año del Levante en el Ciutat de València. Además, el primero de sus dos tantos aquel día lo obtuvo al rematar de cabeza un córner en el minuto uno del partido. Y es probable que ese gol se dispute, con otro que marcó Valdo al Atlético de Madrid en Primera División, el mérito de ser el más rápido logrado nunca en el feudo de Orriols.

El tercero de sus dobletes no tardaría en llegar. Fue en la jornada 8 y tuvo una trascendencia especial porque fueron los dos únicos goles que marcó el once azulgrana en el derbi regional disputado en Valencia contra el Elche y que concluyó con triunfo local por 2 a 1. Pero su gran día aquella temporada llegaría en la jornada 17 cuando, en la manita que el Levante le endosó al Leganés por 5 a 2, el zaragozano obtuvo su primer y único hat trick como granota. Sus goles, además, fueron los tres primeros que marcaron los del Ciutat de València para encarrilar la victoria y sirvieron para remontar el gol inicial de Óscar con el que se habían adelantado los madrileños. Las estadísticas de Salillas en la primera vuelta de aquel curso 1999/00 de la Segunda División fueron excelentes y alcanzó los 15 goles antes de llegar al meridiano de la competición. La afición estaba enamorada de su entrega y de su condición de killer. Porque, aunque fuera de los terrenos de juego es alguien sencillo y cercano, en el césped esa tranquilidad desaparecía y se convertía en un delantero de nervio, peleón y escurridizo, con un don goleador extraordinario. Y todo ello sin tener un físico espectacular porque apenas llega al metro setenta de estatura. Pero el panzer del área, como muchos le llamaban, compensaba aquello con una garra brutal.

Once granota de la temporada 1999/00 que el 9 de enero de 2000 empató a uno contra Las Palmas. De izquierda a derecha y de arriba abajo: Luis López, Giner, Jesús, Gartzen, Ettien, Veiga (portero), Salillas, Francis, Lanza, Fernando Sales y Chicha

En la segunda vuelta de aquella campaña en la división de plata la efectividad anotadora de Salillas bajó un tanto aunque también es verdad que, si en la primera parte del torneo solo se perdió un encuentro, en la segunda dejó de jugar cinco. En esa etapa final de la competición anotó en la derrota frente al Salamanca por 2 a 3, en el empate a uno también en el Ciutat de València frente al Badajoz, en las tablas nuevamente a uno frente al Extremadura en Almendralejo y en su último doblete de aquella temporada. Lo logró en el triunfo por 3 a 0 frente al Atlético de Madrid B en el feudo de Orriols. En el siguiente partido sería expulsado en la derrota por 2 a 0 en Leganés y ya no participaría en los últimos cuatro encuentros de aquella Liga en la que se proclamó pichichi de la Segunda División.

Salillas junto a un niño (y a un chico con una cabeza de rana a sus espaldas) en los prolegómenos de la derrota por 2 a 3 frente al Salamanca del 30 de enero de 2000. Ese día, pese a que el maño abrió el marcador, el equipo castellano remontó con tres goles que hicieron inútil el tanto final logrado por el granota Vicentín

El Levante en el que Salillas logró aquella hazaña goleadora estuvo muy cerca de ascender a la máxima categoría del fútbol español. Finalizó séptimo y se quedó a solo seis puntos del Villarreal, que fue el tercer equipo que subió a la elite. Pero la nueva campaña en la categoría de plata se presentaba a priori mucho más complicada que la anterior. Tres equipos míticos de la Primera División (Sevilla, Betis y Atlético de Madrid) habían mordido el polvo del descenso y estaba claro que iban a convertirse en los cocos de la Segunda División y en los máximos candidatos para abandonarla esa misma temporada 2000/01.

Y lo que son los caprichos del destino. En la primera jornada de aquella campaña al Levante le tocó jugar contra el Atlético de Madrid en el Ciutat de València. La trascendencia mediática del equipo capitalino hizo que el partido se televisara para toda España por Canal Plus. Y el conjunto granota, contra todo pronóstico, vapuleó 4 a 1 al once rojiblanco, lo que le sirvió para colocarse líder de la Segunda División. La actuación de Salillas fue muy meritoria y adelantó al Levante a la media hora de partido, tras una excepcional jugada por la banda derecha de Ettien, que le dio el balón en una posición muy franca para que anotara. Ettien fue, sin duda, el jugador más destacado aquel día, con una portentosa exhibición física que le hizo saltar a la fama a nivel nacional. Además, en la segunda parte dio otra asistencia a Roa para que anotara el segundo tanto. El propio Jesús Gil, presidente del Atlético de Madrid, se quitó el sombrero ante la actuación del costamarfileño. Y no solo él, poco después el Racing de Santander le hizo al Levante una oferta en firme de mil millones de pesetas para ficharle, pero el club presidido por Pedro Villarroel la rechazó.

El 3 de septiembre de 2000, tras una cabalgada espectacular por la banda derecha de Ettien (en la que el costamarfileño dribló a cuantos jugadores colchoneros le salieron al paso), el centrocampista africano dio el pase de la muerte a Salillas y este fusiló al portero Toni para abrir el marcador en la goleada del Levante al Atlético de Madrid por 4 a 1

Enseguida quedó claro que las huestes granotes habían confeccionado una escuadra muy competitiva que, pese a los grandes rivales que conformaban aquel año la división de plata, iba a hacer del Levante un equipo muy difícil de batir en cualquier escenario. Veiga, Descarga, Miguel Ángel, Ettien, Lima, Juba, Kaiku o Peña eran los compañeros perfectos de un Salillas que continuó siendo el pichichi del equipo y uno de los principales goleadores de la categoría.

Salillas celebrando efusivamente un tanto en el Ciutat de València

Finalmente los azulgranas quedaron en una muy destacada octava posición final. Y del trío de grandes favoritos Sevilla y Betis sí cumplieron las expectativas (siendo campeones y subcampeones respectivamente) pero el Atlético de Madrid acabó cuarto (empatado a puntos con el Tenerife, que fue quien ascendió) y tuvo que pasar un añito más en el infierno de la Segunda División. Solo con haber sacado un punto en el encuentro donde fue goleado por el Levante hubiera retornado a la elite. Así que aquel partido se acabó convirtiendo, sin duda, en una destacada página negra de la historia colchonera.

Durante su segunda temporada completa en Orriols Salillas no perdió para nada su instinto goleador y acabó con una marca anotadora de 17 goles, por detrás del atlético Salva Ballesta que, con 21 tantos, se convirtió en el pichichi de la categoría. Y justo después del de Alagón, con 16, quedaron goleadores del nivel del argentino Amato (Betis) o del uruguayo Nico Olivera (Sevilla). Curiosamente, tanto Salva Ballesta como Amato acabarían jugando más tarde en el Levante. Durante aquella brillante campaña Salillas consiguió cuatro dobletes más en los partidos frente al Córdoba, Lleida, Getafe y Elche, además de marcar el gol que cerró la brillante victoria por 2 a 0 contra el Sevilla que acabaría convirtiéndose, de manera muy destacada, en el campeón de aquella Segunda División. El último partido que jugó Salillas como granota lo hizo en tierras gallegas, en la penúltima jornada del torneo, en el empate a uno logrado contra el Racing de Ferrol.

Salillas festejando dos goles (con el brazalete de capitán) en el Ciutat de València en su última temporada como futbolista granota

Salillas siempre ha manifestado que, sin ninguna duda, el Levante U.D. ha sido el club de su vida: Es el equipo que más siento de toda mi carrera, con diferencia. Allí me quieren mucho. Me tratan como en ningún sitio. Es el club que más me ha llenado… Fui capitán, la gente me respetaba, me quería… Y en el club hizo grandes amistades que le acompañarán mientras viva, entre ellas la de su gran amigo El Pájaro, utillero del primer equipo.