El partido que enfrentó al Levante y al Córdoba nació desde el recuerdo y desde el homenaje a la figura de José Antonio Naya. Entrenador del Levante UD a finales de la década de los setenta, Naya falleció en las jornadas previas al duelo entre la escuadra levantinistas y cordobesa. El Levante UD invitó al Palco VIP l’Alqueria a su hijo, Eduardo Naya y a sus nietos, que han donado el balón del ascenso a Segunda A de la temporada 1978-1979 firmado por toda la plantilla para que el Levante UD lo custodie y su departamento de Patrimonio Histórico pueda exponerlo “cuando y donde estime oportuno”. Honramos la memoria de Naya a través del balón del ascenso del 79 donado por su familia.

Eduardo Naya se lo ha entregado al presidente del Levante UD, Pablo Sánchez, quien ha agradecido el gesto de la familia. “A mi padre le habría gustado que estuviese aquí y qué mejor lugar para guardar algo que es parte importante de la historia del club que en el Ciutat de València” acentuó Naya en una conversación con Sánchez en la que han recordado a José Antonio Naya, su carácter y personalidad.

Naya aterriza con la Liga 77-78 en marcha

Honramos la memoria de Naya a través del balón del ascenso del 79 donado por su familia.  José Antonio Naya, conocido entre bambalinas por sus pupilos como El Sargento de Hierro, aterrizó en el Levante con el curso 1977-1978 ya en pleno recorrido. Avanzaba el mes de diciembre, presagiando el advenimiento de las fiestas navideñas del 77, cuando el preparador gallego se aposentó en el banquillo granota. Naya tomó el relevo de Dauder en el recién estrenado ecosistema de la Segunda División B. Aquel Levante merodeaba por la zona más boscosa de la clasificación. Su estatus de aspirante al retorno a la categoría de Plata parecía refractario a la realidad que marcaba su paso tortuoso por el campeonato liguero.

Un Levante que trata de reinventarse

La marcha de Dauder convergía con el la adiós de Buqué desde la secretaría técnica. El Levante trataba de reinventarse con la apuesta que significó el desembarco de José Antonio Naya. Si algo destacaba sobremanera entre sus credenciales como preparador era su capacidad extrema para provocar procesos de reconversión desde el vértigo y el arrebato. Siempre mostró clarividencia para aclimatarse a contextos críticos. Y por norma ofreció respuestas y argumentos sólidos para metamorfoseas inercias adversas.

Naya, llegar y cambiar tendencias

Podría advertirse que fue el caso. Santiago Sanz,, en calidad de presidente, sería conocedor de ese axioma que caracterizó el rumbo del preparador nacido en La Coruña. En contra de la necrológica escrita cuando falleció, el efecto Naya fue visible desde que se posicionó en el foso del actual Ciutat de Valencia. Las derrotas ante Algeciras, Olímpico y Gerona no contabilizan en su expediente. Responden todavía a la égida de Dauder. Los contratiempos encadenados agilizaron su destitución y el desafío que representó el anclaje de Naya en el vestuario azulgrana.

Dos victorias para empezar ante Murcia y San Andrés

Con apenas una sesión de trabajo Naya debutó en Orriols en un choque de Copa del Rey ante el Real Murcia saldado con victoria (1-0). Fue un presagio halagüeño. En cualquier caso, no fue una ensoñación. El símbolo del triunfo se repitió unos días después en el ámbito de la Segunda División B en un compromiso ante el San Andrés (5-1). El hat-trick de Murúa quizás desviara atenciones en el estreno formal de Naya en el universo de la categoría de Bronce.

La victoria redentora ante el San Andrés mutó tendencias y aquel Levante del ejercicio 1977-1978 concluyo el relato liguero alcanzado la cuarta posición en la tabla. Su escalada fue incuestionable con una segunda vuelta envidiable. 1978 estaba todavía en maitines cuando Naya firmó el compromiso de renovación presentado por los mandatarios azulgranas. El destino del preparador quedaba unido al Levante durante el curso 1978-1979.

Volcánico en sus manifestaciones

De carácter extremadamente volcánico, sus jugadores recuerdan el tono marcial que imprimía a sus entrenamientos cotidianos quizás en un guiño a su formación como militar durante su juventud en León. Barrie, un histórico de la portería azulgrana, y uno de los héroes del ascenso de la campaña 1978-1979, recuerda el carácter duro y fuerte de Naya como entrenador. Asido, en ocasiones, a la polémica, sus manifestaciones encontraban resonancia y eco a través de la prensa. “Si no ascendemos que pidan mi cabeza, pero déjenme trabajar con los chicos”, advirtió durante su etapa en el Levante en el amanecer de la temporada que concluyó con la conquista de la Segunda División.

En el número extraordinario conmemorativo del ascenso del Levante a Segunda División A, realizado por Juan Catalá y Soler Carrión, a la pregunta de si sentía que le acompañaba la controversia como preparador respondió sin ambages: “No soy polémico, lo que pasa es que llevo 22 años triunfando. Cuando uno lleva 22 años triunfando saben que el equipo que se enfrenta al mío tiene un 90% de posibilidades de perder y tratan de poner nerviosos a todos”.

Una estancia inmaculada en el Levante

Lo cierto es que el periplo de José Antonio Naya por el Levante fue reseñable. Sus números fueron exquisitos, principalmente en su segunda campaña en el foso del Nuevo Estadio. Aquel Levante se proyectó en el universo del Grupo II de la Segunda División. Salió vencedor del duelo a varias bandas ante el Gimnástico de Tarragona, Calvo Sotelo y Ceuta para conquistar un ascenso tres semanas antes del fin de la competición.

El guion de aquel Levante estaba perfectamente establecido en su mente. “Por sistema de preparación, los equipos que dirijo no empiezan a tener el máximo de rendimiento hasta diciembre. Además, la brillantez está al final”, manifestó. No parece una simple afirmación. Los datos atestiguan este planteamiento. Aquel Levante voló entre los meses de noviembre y febrero. En ese ciclo de doce partidos invictos alcanzó diez victorias y dos igualadas que guiaron hasta la cabecera de la clasificación.

El mejor registro de la Segunda B del curso 78-79

El Levante de Naya firmó el mejor registro de la Segunda División B con 55 puntos tras sumar 23 victorias, nueve empates y tan solo seis derrotas. Nadie fue capaz de marcar más goles (80) y Barrie fue el arquero menos goleado de la división con 20 goles. El aspecto refleja los caracteres del colectivo azulgrana. Fue fiable en tareas defensivas y ardiente en las cercanías de la meta contraria. Férreo en la contención y voraz en ataque. Murúa ejemplificó esa tendencia como jefe supremo del gol de la categoría con 23 dianas. Por detrás surgía la estela de Magdaleno con 12. Honramos la memoria de Naya a través del balón del ascenso del 79 donado por su familia.

Dicen que los equipos, desde un prisma conceptual, a veces, suelen asemejarse a sus entrenadores. El Levante del curso 78-79 fue aguerrido y combativo sobre el verde, pero también había espacio para la imaginación y la finura. “Éramos un bloque con un potencial terrible con el amigo Naya a la cabeza. Teníamos un equipazo. Teníamos jugadores con mucha experiencia. Era muy difícil ganarnos. Fue una temporada preciosa”, sostiene Barrie.

Un adiós made in Naya

El ascenso del Levante a la categoría de Plata a la conclusión de la temporada 1978-1979 bajo la égida de José Antonio Naya paradójicamente marcó el ocaso de la estancia del preparador gallego como entrenador de la sociedad del barrio de Orriols. Pese a que Santiago Sanz, en calidad de presidente del club granota, expresó públicamente que había adquirido un compromiso verbal con el técnico para extender su continuidad al frente de la institución azulgrana, la entente se resquebrajó y finalmente Naya hizo la valija para buscar nuevos destinos en el universo del fútbol nacional. Nada nuevo bajo el sol en sus diferentes aventuras como entrenador profesional. Nunca fue partidario de atarse a proyectos que no sentía en lo más hondo de su alma. Hay emociones y convicciones más robustas que el parné. Honramos la memoria de Naya a través del balón del ascenso del 79 donado por su familia.