La imagen retrotrae el tiempo al mes de noviembre de 1973. Aeropuerto de Manises. Mediodía. Fernando Zunzunegui, su mujer y Manuel Grau Torralba captan la atención de los medios de comunicación locales. La instantánea recrea el aterrizaje del defensor gallego tras formalizar su contratación con la sociedad de Orriols. La sonrisa del presidente es reveladora. Se trata de un fichaje de campanillas para reforzar a un Levante que trataba de emerger desde las posiciones más lóbregas de la tabla en la categoría de Plata. El expediente del zaguero era poderoso. Su aurea como futbolista profesional todavía resplandecía. Su prestigio seguía intacto, a pesar de que su ascendencia en el interior del verde había menguado por mor de su escasa actividad en las filas del Real Madrid.
Zunzunegui era un jugador cotizado y seguido por las secretarías técnicas de diferentes clubes de las dos principales categorías del balompié español. No necesitaba excesivas presentaciones después de cumplimentar nueve temporadas al frente de la sociedad madridista donde adquirió rango y una consideración que proyectó con títulos y reconocimientos. El defensa ejercía una innegable atracción en el mercado de las transacciones futbolísticas. El Racing Club, Castellón, Murcia y Celta, todas entidades situadas en el contexto de la Primera División, sondearon al futbolista.
El Sevilla, un ilustre de la máxima división, que se batía en busca de tiempos mejores en la categoría de Plata, tenía su nombre subrayado en rojo en su agenda. Sin embargo, Zunzunegui decidió comprometerse con el Levante, una entidad que trataba de encontrar su destino en el universo de la Segunda División después de ascender desde Tercera la temporada anterior. Manuel Grau Torralba tiró de chequera, y de sus dotes como diplomático, para persuadir al futbolista vigués. El mandatario se trasladó hasta la capital de España para certificar el pase del jugador del Madrid. El 14 de noviembre el presidente cumplió con el cometido marcado. Zunzunegui era granota.
No obstante, el mandatario había escondido un as en la manga. La figura de Antonio Calpe cobra protagonismo. Es una variable fundamental para entender el trasvase del central. Calpe recibió una consigna. Su misión consistía en desplazarse a Madrid y ejercer de heraldo de las intenciones azulgranas. El capitán tenía como principal quehacer establecer una primera toma de contacto. Calpe no solo defendía el escudo blaugrana en el interior del verde. El icono del levantinismo estaba facultado para acometer este desafío. Era amigo íntimo de Zunzunegui tras la militancia conjunta que habían compartido en la sociedad presidida por Santiago Bernabéu.
Calpe cumplió con su principal cometido y, con la discreción que siempre le caracterizó, se retiró para adquirir la invisibilidad. Era el momento de Manuel Grau Torralba. El mandatario dirigió personalmente el cambio de camiseta del defensa junto a Antonio Calderón, gerente del Real Madrid. El Levante pagó traspaso por el defensor. Zunzunegui firmó en blanco su compromiso adquirido en el Levante. En ese sentido, le concedió suficiente valor y fortaleza a la palabra, cargada de sentimientos y de emociones, esgrimida por Manuel Grau Torralba. Un pacto entre caballeros ligó a Fernando Zunzunegui con la entidad azulgrana.
El protagonista confirmó a los medios de comunicación valencianos, en su presentación oficial, en el estadio levantinista esta determinación alcanzada y las causas que motivaron esta medida que ya había puesto en práctica en el Real Madrid. “Me han hablado tan bien de este club, de esta sociedad representada por el señor Grau Torralba que he firmado en blanco como se hacía en el Real Madrid”, confirmó para el Diario Deportes. La química entre el mandatario y el futbolista gallego germinó de inicio para materializarse de inmediato. “Momentos después de llegar a un acuerdo con el presidente del Levante he firmado en blanco. El señor Grau Torralba me parece una extraordinaria persona. Por eso he aceptado desde un principio cuantas proposiciones me ha presentado de palabra”. Así que no hubo necesidad de rubricar, en un primer instante, cualquier tipo de documentación adicional para lograr oficializar el acuerdo alcanzado por las dos partes. No obstante, el defensor se situó en la cumbre de los jugadores mejor retribuidos de aquella plantilla.