El Levante F.C. y el Valencia F.C. se desafiaron en aristada pugna por el cetro del Campeonato Regional. Todo aquello que aconteciera entre los muros del Campo de La Cruz se antojaba decisivo en la resolución definitiva de la competición. Los dos equipos afrontaron una especie de final inscrita en el contexto de un torneo disputado a doble confrontación. Era un duelo a cara o cruz. El enfrentamiento estaba marcado. El Levante necesitaba acreditar la victoria para salir vencedor. Nunca había experimentado esa azucarada sensación que unge al ganador.
El Levante estaba huérfano de títulos en ese eje de la cronología. Por su parte, el Valencia podía especular con la igualada. Vencer le bautizaba como campeón. La batalla había comenzado con mucha antelación en el interior del rectángulo de juego. El 18 de septiembre Levante, Valencia, Castellón, Gimnástico, Burjassot, Sporting, Elche, Saguntino y Juvenal saltaron al verde para luchar por la corona. Las distancias entre el Levante y el Valencia fueron ajustadas. De hecho, los dos adversarios concluyeron el primer tramo del campeonato con quince puntos compartiendo liderato. Esa jornada los rivales empataron en el feudo de Mestalla.
Pasó la navidad y la escuadra blanca gobernaba la tabla aventajando en un punto al club marino. Y la competición iniciaba su ocaso. Las diferencias no fueron insalvables. El Levante y el Valencia fueron los competidores más fuertes. Sus zancadas no menguaron en las últimas semanas del curso. El resto de los conjuntos fue resbalando de la zona noble de la tabla. La última jornada era profética. No había margen de error para los oponentes. El equipo que cayera rendiría sumisión a su contrincante.
No había subterfugios. Las gradas del Campo de La Cruz, ubicado en el Camino Hondo del Grao, retumbaban de emoción. Era un encuentro superlativo. Nadie fue capaz de jerarquizar a su rival en el transcurso del primer acto de un partido mayúsculo. No obstante, el vértigo se apoderó de la segunda mitad. Golpeó el Valencia el mentón del Levante.
Sin embargo, la escuadra ejercitada por el técnico José Gómez no capituló. Entre Molina y Alamar fabricaron la igualada unos minutos más tarde. El partido entró en una dimensión desconocida. Gaspar Rubio manufacturó el segundo goal conquistado por Molina. El Mago, uno de los primeros héroes del fútbol valenciano, con ascendente en la primera derrota de Inglaterra en Chamartín ante España (4-3), se apoderó de la confrontación. Gaspar Rubio pudo sentenciar el ‘match’ con un disparo duro que escupió el larguero.
El centro de la acción se situó en la Calle de la Libertad 77. Los aficionados de raíz levantina marcharon a la sede social del Levante. Dos bandas de música agasajaron a los héroes del balón. La plantilla y los dirigentes marinos marcharon hasta el Balneario de las Arenas para compartir el brillante triunfo. Unos días más tarde el club recibió el galardón que le ungía como campeón en una sencilla ceremonia oficiada en los salones de la Federación Regional. Gallart, en calidad de presidente del Levante F.C., en una entrevista para la Correspondencia de Valencia, realizó una evaluación del estado de la entidad.
“Se ha operado una viva reacción en pro del Levante entre los aficionados, aunque no se ha traducido en grandes aumentos de socios que en la actualidad serán alrededor de unos mil… Si pudiéramos conseguir un total de dos mil agrupados con ser bien poca cosa viviríamos dentro de nuestras modestas pretensiones con total felicidad económica”. El triunfo proyectó al Levante al universo de la Copa de España. No era una aventura iniciática después de debutar en enero de 1926 en un duelo en Les Corts ante el F.C. Barcelona.