El pasado siete de abril se cumplió el tercer aniversario del fallecimiento de uno de los iconos de la historia granota; tres años con el recuerdo imborrable de Antonio Calpe. Es posible acentuar que Calpe nació predestinado a entrecruzar su camino con el Levante. El destino, caprichoso en infinidad de ocasiones, quiso labrar esa pertinaz alianza desde su mismo alumbramiento. El hecho es sobradamente conocido. Antonio Calpe vino al mundo el mismo día que la UDLG, aquel simbiótico equipo, gestado a partir de la controvertida fusión del Levante FC y del Gimnástico FC, se enfrentaba al Gerona en una nueva batalla liguera en el marco de la Segunda División. Dentro de aquel bloque sobresalía en tareas defensivas la figura homérica de Ernesto Calpe, su progenitor para más señas.

Antonio Calpe recibió su particular consagración como granota en forma de victoria. El colectivo no dudó en bendecir al recién nacido con la consecución de un notable triunfo que mantenía al UDLG al frente de la clasificación. Ernesto Calpe fue uno de los héroes de la conquista de la Copa España Libre en julio de 1937. No hay dudas de la genealogía levantinista de Antonio Calpe. Los indicativos se agolpan para confirmar esta tesis. Añadamos un nuevo dato revelador; la familia Calpe tenía su residencia en los primeros cuarenta enfrente del Campo de La Cruz. No es difícil aventurar que Calpe descubriera el fútbol en un santuario señalado en la historia del Levante FC de los años veinte y treinta. Había pedigrí, alcurnia y distinción. Calpe llevaba el fútbol en sus venas.

Tres años con el recuerdo imborrable de Antonio Calpe. Quizás por todo lo anteriormente señalado no resultara sorprendente, ni una noticia singular, que durante la epifanía del verano de 1962 se cumplieran las dos variables de la ecuación integrada por Antonio Calpe y la sociedad azulgrana. Ni el Alcoyano, ni el Elche, ni tan siquiera una más que cercana aproximación del Valencia parecieron quebrar las leyes de la lógica. Calpe defendió el escudo del Alcoyano en los ejercicios anteriores a su definitiva unión con el Levante. Con el equipo de la moral visitó el feudo de Vallejo para medirse al Portuarios, por entonces filial del Levante, en el universo de la Tercera División.

Durante la temporada 1961-1962 hubo algo más que coqueteos con el Elche. La escuadra ilicitana le presentó un contrato que el defensor pareció rubricar para después renunciar a su definitiva formalización. Desde Mestalla hubo propuestas más que explícitas para incorporarlo a filas. No obstante, Calpe se comprometió con el Levante. Su primer contrato data de julio de 1962. El 23 de julio los autógrafos de Eduardo Clérigues, en calidad de mandatario, y de Calpe, con Salvador Mas, como testigo de un hecho histórico, sacralizaban el inicio de una relación perpetuada en el tiempo. En ocasiones, no hay nada que pueda resquebrajar una entente; ni tan siquiera el tránsito hacia otra dimensión.

Tres años con el recuerdo imborrable de Antonio Calpe. Centremos la atención en el documento que certificó el origen de una correspondencia inextinguible. Exhumamos un contrato que custodia el Área de Patrimonio Histórico del Levante. Es evidente que Antonio Calpe aparece ungido con la condición de actor principal. Es el protagonista estelar de esta historia. Del otro bando emergen Eduardo Clérigues y Salvador Mas como representantes del Levante. Los tres citados nombres copan el pacto establecido.

Quizás la información más jugosa aparece en el reverso del escrito. En virtud de las resoluciones suscritas podemos fijar los emolumentos que recibió Calpe en su primera aventura en el Levante, así como la extensión de su vinculación. “El jugador A. Calpe percibirá por la temporada 1962-1963 la cantidad de cien mil pesetas y por la 1963-1964, cien mil pesetas”, advertía la letra fijada en el contrato. El defensa cobraría un sueldo de dos mil quinientas pesetas y las primas “reglamentarias” en virtud de los encuentros ganados como local o por los triunfos o empatados obtenidos como visitantes.

Calpe volcó parte de las emociones experimentadas en el arranque del verano del 62 en una entrevista concedida al Diario Deportes. El futbolista fue explícito en sus manifestaciones, una condición que siempre adornó su persona, cuando fue cuestionado por sus ambiciones desde un prisma deportivo. “Jugar en Primera como es natural. Y su puede ser con el Levante, mejor que mejor”. Calpe apostó por el ascenso en la despedida de la conversación con el redactor de Deportes. Quizás fuera una premonición. Lo cierto es que sus vaticinios se cumplieron en una temporada de recorrido mágico. Aquel Levante de Lelé y más tarde Quique, siempre bajo la atenta supervisión de Balaguer, logró eliminar al Deportivo de La Coruña, Coruña a secas, en una inolvidable promoción.