Quique, el hombre que junto a Balaguer condujo al Levante a Primera en junio de 1963, quizás vaya asociado a una imagen que ha trascendido y que forma parte de la iconografía del balompié nacional. Quique Martín se colgó literalmente de una de las porterías de Chamartín para celebrar la consecución de la Copa del Generalísimo. Sonriente disfrutó de la gloria del triunfo cercando el cielo madrileño. La instantánea consiguió a vencer la fugacidad del tiempo para convertirse en inmortal. Fue a mediados de los años cincuenta cuando el cancerbero defendía el escudo del Valencia.
Una experiencia cuantificable
No obstante, a esas alturas del eje de la cronología ya las había visto de todos los colores. Había defendido el marco del Villarreal, Castellón, había flirteado con el Espanyol, para finalmente comprometerse con el F.C. Barcelona durante siete ejercicios, y había sentido el punzante y agudo dolor inherente a las lesiones que le persiguieron sin piedad en su estancia en la sociedad de Les Corts. En Barcelona tuvo que lidiar con Ramallets, aunque allí se casó con Montse.
Entre la portería, la natación y el baloncesto
Quique, el hombre que junto a Balaguer condujo al Levante a Primera en junio de 1963 parecía destinado a brillar en el universo del deporte. De complexión atlética, como refuerzan las fotos, pudo dedicarse a la práctica de la natación y también pudo sobresalir en el ámbito del baloncesto. En las dos disciplinas destacó, aunque a la postre decidió apostar por las botas de tacos y, al final, por los guantes para detentar la condición de la negación del gol. Los que le conocieron advierten que hubiera sido un mediocentro con clase y distinción.
El Levante en el ocaso de la carrera de Quique
Martín cerró su carrera como futbolista profesional en las filas del Levante. Fue en la temporada 1957-1958. Disputó siete encuentros en el ecosistema de un colectivo que concluyó el periplo liguero en cuarta posición en el Grupo Sur de la Categoría de Plata. Ripoll le relegó a la suplencia en un equipo en el que Pepe Paredes ponía los goles. No obstante, la entente con la escuadra azulgrana no tardó en reeditarse de nuevo para convertirse en Enrique Martín, el hombre que, junto a Balaguer, condujo al Levante a Primera División en junio de 1963.
El contexto no había cambiado en exceso desde un prisma general. El bloque de Vallejo militaba en Segunda División. Las variaciones estaban centradas en su propia figura. Del arco había pasado al banquillo para dirigir los movimientos de los jugadores como preparador. Su experiencia no era infinita, pero ese aspecto no fue un impedimento para que Ramón Balaguer, secretario técnico de la entidad, lo reclutara para compartir experiencia en el vestuario azulgrana.
Una apuesta sin ambages de Balaguer
Su apuesta fue decidida. El tándem funcionó. Los dos se complementaban. Dicen que Ramón Balaguer tenía una especial intuición para descubrir talentos oscurecidos que brillaron con la camiseta azulgrana en la claridad de los sesenta. Martín era el equilibrio. La unión de las dos variables, Quique y Balaguer, consumó un ascenso histórico que se resistía y que, en cierto modo, rompía un anatema que perseguía y castigaba a un equipo que tuvo que superar graves problemas de identidad durante la autárquica década de los años cuarenta
Quique, el hombre que, junto a Balaguer, condujo al Levante a Primera División en junio de 1963,
El éxito se consumó en junio de 1963 en Vallejo en el partido de vuelta de la promoción de ascenso que enfrentó al Levante y al Deportivo de la Coruña (2-1), pero la historia comenzó con anterioridad y llegó envuelta entre la polémica y la incertidumbre. La traumática salida de Lele, después de una derrota onerosa ante el Real Murcia en el feudo granota, implicó un notable cambio de rumbo. Quique fue el escogido para acomodarse en el banquillo de Vallejo.
La dupla Balaguer-Quique
La Era Balaguer-Martín dimensionó a un bloque que fue creyendo en sus posibilidades. La segunda vuelta nació con una terapéutica victoria ante el Cartagena. Wanderley anotó la diana levantinista en su estreno con el nueve después de un controvertido litigio por sus derechos federativos. El atacante brasileño lideró las estadísticas en materia anotadora en el tramo definitivo de la competición liguera. Al son de sus goles el Levante fue escalando en la clasificación hasta presentarse en el último duelo ante el Real Murcia en La Condomina con opciones reales de ascenso directo.
La dupla se mantuvo erguida un año más tarde en el cosmos de la Primera División. Sus prestaciones no menguaron y el Levante mantuvo el tipo entre los grandes con soberbias actuaciones ante el Barcelona en Vallejo (4-5) o Valencia (1-0). Quizás contra todo pronóstico la relación acabó en la segunda campaña en la elite del Levante. Orizaola fue el escogido para la dirección técnica del Levante.
Del Oviedo al Levante
Martín marchó a Asturias para enrolarse en las filas del Oviedo. El arranque del campeonato de la regularidad dejó un choque entre el Levante y el Oviedo como estreno. Martín se sentó en el banquillo contiguo al que había defendido. El partido acabó con empate sin goles.
Quique, el hombre que junto a Balaguer condujo al Levante a Primera en junio de 1963, regresó a Vallejo en los días finales de la aventura granota con la Primera División. Fue un acto de fe para preparar la promoción de ascenso ante el Málaga que consumó el retorno azulgrana a la categoría de Plata. Martín se alejó de los banquillos profesionales para centrar su actividad como jefe de compras en la empresa Mariner y mantener intacto su amor por el fútbol como técnico del Paiporta, Alzira, Pedreguer o Manises, entre otros clubes. Enrique Martín, el hombre que, junto a Balaguer, condujo al Levante a Primera División en junio de 1963