Cuando hablamos de partidos de fútbol de relevancia solemos pensar en grandes finales, campeonatos mundiales o remontadas históricas… Sin embargo no siempre están ahí los choques balompédicos más decisivos, sobre todo cuando nos referimos al fútbol menos glamuroso. A veces hay equipos (con una historia tan larga como la del decano del fútbol valenciano) que se han jugado su existencia a una carta o, lo que es lo mismo, al resultado de un partido que, de haber perdido, les podría haber llevado a la desaparición. Salir airoso de algo así suponía una alegría tan grande como la consecución del mayor de los títulos.
Y eso fue lo que ocurrió hace ahora exactamente cincuenta años. A las 17 horas del 6 de junio de 1971 el Levante U.D. inició en el Ciutat de València (entonces estadio Antonio Román) un encuentro contra el Gimnástico de Tarragona (hoy Nàstic) que iba a ser vital para su supervivencia. Era el último partido de la competición liguera del grupo de los equipos valencianos, catalanes y mallorquines adscritos a la Tercera División del fútbol español. Empatar o caer derrotado suponía jugar la promoción para no bajar a Regional Preferente. Y si todo se torcía y, finalmente, se consumaba ese fatal desenlace, el Levante tenía los días contados. Además, la escuadra catalana también se la jugaba, aunque menos, porque las tablas le bastaban (salvo carambola si perdía) para permanecer en la categoría. El drama estaba servido.
El Levante de aquel curso 1970-71 jugaba en Tercera División, como ha hecho otras diecinueve temporadas a lo largo de su historia. No hay que olvidar este dato para valorar la excelente situación actual, donde de las diez últimas campañas se han disputado nueve en Primera (con un total de solo quince en los ciento doce años de vida del club o, mejor dicho, dieciséis en ciento trece, si tenemos en cuenta que en la próxima temporada 2021-22 también se formará parte de la máxima categoría).
Pero volvamos al relato que nos ocupa. En seis años el Levante había pasado de la élite del fútbol español (en abril de 1965 aún jugaba en Primera División) a disputar un partido para eludir la promoción que le podría haber llevado a Regional Preferente. Es cierto que en el verano de 1970 no se confeccionó una plantilla con posibilidades reales de retornar a la división de plata pero nunca se pensó que se iba llegar a esa situación final tan extrema. De hecho, el campeonato se inició con muy buen pie. En los tres primeros partidos jugados en Orriols se ganó con solvencia al Mestalla (que acabaría ascendiendo a Segunda como campeón de la categoría) por 2 a 0 y se goleó ampliamente al Acero por 7 a 0 y al Alcoyano por 4 a 0. Pero a partir de ahí las cosas comenzaron a torcerse deportivamente.
La temporada había comenzado bajo la dirección técnica del entrenador Paco Roig que, en una entrevista publicada en el diario Deportes en noviembre de 1970, pedía paciencia. Argumentaba que salvo el guardameta Mut y los jugadores Mario y Burgos el resto de futbolistas eran nuevos y necesitaban tiempo para acoplarse. Pero que una vez pasado ese lapsus estaba convencido de que el Levante terminaría la campaña entre los mejores.
El entrenador del Levante Paco Roig entrevistado en “Deportes”
Sin embargo los resultados no confirmaron sus palabras. El equipo, que venía de caer en octubre en la primera eliminatoria de Copa ante el Ceuta (tras perder 5 a 2 en tierras africanas y ganar de manera insuficiente en Orriols por 3 a 2) siguió fatal en la Liga. En los siguientes siete partidos se sumaron cuatro derrotas seguidas, una victoria, un empate y una nueva derrota en casa contra el Atlético Baleares (el 6 de diciembre) que provocó la dimisión de Paco Roig. Fue un partido aciago (en una tarde de perros en la que la lluvia hizo que el público se concentrara en tribuna) y donde un sector de la grada dirigió sus protestas al palco. Y no solo eso, algunos exaltados insultaron al presidente Antonio Román, que sufrió un ataque de nervios. Ramón Balaguer, el mítico secretario técnico del ascenso a Primera de 1963, tomó las riendas del equipo. Salvador Mut le ayudó en su cometido, combinándolo con su labor como portero.
Un mes después de aquello, el viernes 15 de enero de 1971, Antonio Román presentó su dimisión, dos días antes del derbi que el Levante perdió contra el Mestalla por 1 a 0. Y no fue fácil encontrar un sustituto. Santiago Sanz y Manuel Grau Torralba eran los principales candidatos aunque no acababan de oficializar la situación porque no encontraban los colaboradores necesarios que fueran capaces de afrontar el sacrificio económico que se requería. Finalmente sería Grau Torralba quien pilotaría la entidad. Pero hasta su toma de posesión se creó a finales de enero una comisión gestora provisional que también lideró Grau. Y a mediados de febrero por fin se formó la junta directiva que le nombró nuevo presidente del Levante U.D. Como dato anecdótico reseñar que entre los miembros de aquel grupo principal debutó un granota que, con cuarenta años recién cumplidos, formaría parte de esta y de todas las juntas directivas que siguieron a esta, hasta su fallecimiento en abril de 2009. Hablamos del que fuera directivo, presidente y presidente de honor del Levante U.D. Ramón Victoria.
El 19 de marzo de 1971, día grande fallero, el Levante U.D. jugó (de blanquiazul) un partido amistoso contra el Liverpool F.C. de Montevideo. De izquierda a derecha y de arriba abajo Lapiedra (portero), Gómez, Mario, Ernesto Calpe, Churri, García, Andreu (refuerzo del Valencia), Sigi (refuerzo del Elche), Segura, Navarro y Ferrer Díaz. El encuentro contra el club uruguayo acabó en empate a cero. Fue el segundo partido internacional de la historia jugado en el feudo granota. El primero se disputó el 17 de febrero de 1971 contra el Gornik (campeón de Polonia) y se perdió 0 a 3
El sistema de competición estableció que de los veinte equipos que conformaban este Grupo III de la Tercera División el campeón ascendería automáticamente a Segunda División y el subcampeón promocionaría para tratar de acompañarle. Por la parte baja los tres últimos descenderían directamente a Regional Preferente y los cuatro ubicados entre los puestos decimocuarto y decimoséptimo deberían de jugar una eliminatoria para no acabar en esa misma categoría. Así que, si no se quería caer en el pozo o estar en el filo de la navaja, había que evitar como fuera los siete últimos lugares de la tabla clasificatoria.
La trayectoria de Balaguer como míster granota duró menos de tres meses. En los trece partidos que dirigió solo pudo ganar cuatro y como el equipo no remontaba el vuelo fue sustituido en la jornada vigésimo octava por Mundo (máximo goleador histórico del Valencia C.F. en su etapa como futbolista). Debutó el 14 de marzo logrando un meritorio empate a cero en Gerona (que acabaría subcampeón tras el Mestalla) pero tampoco pudo sacar al equipo de su irregularidad deportiva y la escuadra azulgrana se fue encaminando, con paso firme, a un final de Liga angustioso.
En los siete últimos partidos (previos al match decisivo que le enfrentaría a las huestes tarraconenses) el Levante solo pudo ganar por los pelos al Mataró, empató en casa contra el Paiporta y perdió contra el Algemesí, el Atlético Baleares (esta vez en tierras mallorquinas), Júpiter, Barcelona Atlético y Europa. Las tres últimas derrotas fueron consecutivas y precedieron al dramático partido que se iba a dirimir contra el Gimnástico de Tarragona en Orriols para cerrar aquella desastrosa campaña. La situación era gravísima y así se trasladó a la opinión pública. “El Levante necesita el apoyo valenciano” tituló con desesperación el diario Las Provincias. O se ganaba o podía ser el fin de la entidad.
El extremo FERRER DÍAZ, el defensa ERNESTO CALPE, el interior BURGOS y el guardameta LAPIEDRA constituyeron la columna vertebral del Levante U.D. aquella temporada 1970-71
El cancerbero Salvador Mut, un hombre de la casa, que había asumido sin rechistar su condición de portero suplente aquella campaña, hizo la semana previa una labor social excepcional. Sabedor del cariño que le profesaba la afición, visitó todas las sedes de todas las peñas levantinistas para hacer ver la extraordinaria trascendencia de aquel encuentro y la enorme importancia de que, aquel día, el público arropara al once granota con una asistencia masiva. El equipo, por su parte, decidió concentrarse en Torrent para aislarse de la presión. Combinó los entrenamientos en el estadio San Gregorio de la localidad con paseos de relax por los bosques de El Vedat, un paraje perfecto para respirar aire puro y relajar tensiones.
Y finalmente llegó el día señalado. La afición, consciente de lo que estaba en juego, apoyó como nunca a su equipo. Más de veinte mil espectadores (algo inaudito en aquellos tiempos) respaldaron a los azulgranas. Aunque de Tarragona tampoco faltó apoyo. Cinco autobuses con aficionados bermellones y numerosos coches particulares llegaron desde la localidad catalana. Toda ayuda iba a ser poca para la batalla final. Prueba de ello fue también el relato de esta curiosa arenga que recogió La Hoja del Lunes en su crónica: “Antes de dar comienzo el partido, el presidente del club, don Manuel Grau Torralba, haciendo uso de los altavoces del campo, dirigió la palabra a los asistentes rogando completa adhesión a los jugadores que hoy visten la camiseta azulgrana. Finalizó con un viva a Valencia y al Levante. Al hacer su aparición en el campo el equipo del Levante se dispararon numerosas tracas y carcasas”.
Lapiedra, Gómez, Mario, Calpe, Faura, Churri, Bautista, Robles, Ferrer Díaz, Burgos y Segura fueron los once que conformaron la alineación blaugrana. El encuentro arrancó, lógicamente, con nervios en los dos bandos y, aunque el dominio era granota, pasaba el tiempo y el gol no llegaba. Hasta que, por fin, en el minuto 32, Robles centró desde la banda derecha, el guardameta Lucho no atajó el balón y el rechace lo aprovechó Segura que, de tiro raso, inauguró el marcador. Los ánimos se serenaron pero la tranquilidad duró poco. Justo en el último minuto del primer tiempo, tras un fallo combinado de la defensa y la portería levantina, el centrocampista Perera, de cabeza, empató la contienda. El colegiado murciano Bartolomé Jiménez señaló el camino de los vestuarios y el desánimo se extendió entre la parroquia granota. La cosa no pintaba bien.
Acta de la Real Federación Española de Fútbol del decisivo encuentro de Tercera División disputado por el Levante U.D. y el Gimnástico de Tarragona el 6 de junio de 1971
El inicio del segundo tiempo no fue nada halagüeño. El Nàstic pasó a dominar ante el desconcierto local y gracias a la gran actuación del meta Lapiedra los visitantes no consumaron la remontada. Poco a poco, con el aliento de la grada, la situación se recondujo y el Levante retomó el control. Y en el minuto 79, tras un centro del defensa Mario, Ferrer Díaz acertó con la testa y logró el 2 a 1 salvador y definitivo. Aunque todavía hubo una acción que heló la sangre del respetable, cuando un peligrosísimo disparo de Fernández fue resuelto con una parada espectacular del portero levantino. En el último minuto el granota Bautista estrelló un balón en el poste rival, el colegiado pitó el final y el júbilo estalló en el estadio Antonio Román. El público invadió el césped y los jugadores fueron estrujados e izados a hombros como si hubieran ganado la final de un Mundial. Y no era para menos porque aquello fue volver a la vida después de haber rozado el desastre más absoluto.
Éxtasis del presidente Grau Torralba en el palco tras el pitido final
El Levante acabó decimosegundo, con 35 puntos, los mismos que el Nàstic, decimotercero, que, pese a su derrota, también eludió la promoción gracias al inesperado triunfo del Acero en Ibiza por 1 a 3. Ambos equipos (con 34 puntos) junto al Tortosa y al Atlético Baleares, fueron quienes la disputaron. Júpiter, Paiporta y Mataró ocuparon las tres últimas plazas y descendieron automáticamente a Regional Preferente.
Ficha del libro de registro del Levante U.D. de aquel partido decisivo. Los futbolistas Madrigal y Simó también pasaron a la historia al salir desde el banquillo y formar parte del equipo levantinista que logró aquel triunfo inolvidable
Y un último apunte sobre este partido del que este mes se cumple el quincuagésimo aniversario. Este match clave en la historia del levantinismo contó, nuevamente, con un miembro de la mítica familia Calpe en el once inicial. Porque si repasamos nuestra más que centenaria historia los siguientes tres encuentros podrían estar en el olimpo de los más importantes. El primero fue la final de la Copa España Libre ganada al Valencia en 1937 que nos dio nuestro único título (allí estuvo Ernesto Calpe padre). El segundo fue el triunfo en el partido de vuelta de la promoción ante el Coruña de 1963 que nos permitió ascender a Primera División por primera vez (allí estuvo Antonio Calpe). Y el tercero fue esta victoria ante el Gimnástico de Tarragona en 1971 que evitó un posible descenso a Regional Preferente y quien sabe si, también, la desaparición del Levante U.D. (y allí estuvo Ernesto Calpe hijo).